Verde son los loros, los paños de mesa y la esperanza, decían los abuelos. Con el tiempo “el verde” era el dólar, dador de poder. Más adelante fue el color identificatorio de la lucha ambiental y de los partidos ecologistas. Pero hoy, para quienes rastrean en las nuevas tecnologías, el color se identifica con los lantánidos (verdes), que valen lo que pesan en oro.Son catorce elementos que figuran en la tabla periódica, descubiertos en Escandinavia en el siglo XVIII pero que originalmente sólo fueron considerados por su exotismo, al punto de ser llamados “tierras raras”. Todavía la ciencia y la tecnología no le encontraban aplicación a sus propiedades.

Fuente: Noticias y Protagonistas

12/05/2010. En 1794, el químico finlandés Johan Gadolin descubrió en las minas suecas de Ytterby un nuevo mineral que contenía un óxido desconocido hasta entonces, que bautizó con el nombre de itria. En la siguiente década, el alemán Heinrich Klaproth encontró en el mineral llamado cerita un compuesto de un nuevo elemento que se denominó cerio. Después se utilizó el nombre genérico de “lantánidos verdes”, abarcando más de una docena de metales de los que los chinos se dieron cuenta muy pronto de su valor estratégico, apoderándose del mercado al punto de controlar hoy el 95% de las reservas mundiales. Ni siquiera se conocen con toda certeza sus configuraciones electrónicas debido a la gran complejidad de los átomos e iones, y a la consecuente dificultad de análisis.

Los lantánidos puros son brillantes y plateados. En algunos casos poseen una actividad química tan acusada que se reducen a polvo en pocos días al entrar en contacto con el oxígeno del aire. Sus propiedades físicas y químicas varían de modo ostensible cuando las sustancias derivadas de las tierras raras presentan impurezas o se hallan en combinación con otros elementos, y sus puntos de fusión y ebullición cambian drásticamente. Sin embargo, la escasez en las muestras disponibles y la dificultad para obtener los elementos puros complica el estudio de sus propiedades. De todos modos, con lo que se sabe alcanza para hacer pingües negocios. Y en eso de ganar dinero, hace años, los chinos vienen marcando diferencias. Porque se sabe que hay lantánidos en la Luna, pero está demasiado lejos
Telefonía móvil, iPods, automóviles híbridos, turbinas de viento, sistemas de radares, nueva tecnología láser, bombas inteligentes y misiles teledirigidos son, en principio, destino de estos raros “verdes” capaces de sofisticar su producción y uso. Casi nadie se enteró y, por tanto, menos fueron los que se propusieron explotar los yacimientos, teniendo hoy quince años de atraso en relación con China que estableció un plan para capturar el mercado, con aportes a empresas estatales para la extracción, mano de obra muy barata y escasa exigencia ambiental; eso les permitió tener mayor cantidad y menores costos que Francia, Rusia, EEUU y Japón, imberbes en el tema. De hecho, los EEUU importan el 87% de lantánidos de China. Al mismo tiempo, Pekín viene limitando las exportaciones para mantener reservas estratégicas: hoy le exporta a Japón la cantidad suficiente para el uso de Honda y Toyota, pero ni un gramo más.

En el conjunto de las tierras raras, genéricamente “Lantánidos”, están el Neodimio, el Samario y el Terbio usados en lentes astronómicas, rayos láser e investigación metalúrgica. El Promecio, el Tulio y el Praseodimio son fuente esencial para los rayos láser; el primero tiene gran aplicación en energía nuclear, junto con el Lutecio. El Erbio, por sus extrañas características, es un excelente comodín para aleaciones especiales. El Europio controla neutrones en experiencias de física avanzada (se usó en el proyecto de generación artificial de un big bang), el Holmio está presente en toda actividad electroquímica de avanzada, y el Gadolinio es esencial para la producción de titanio (de importancia militar y médica).

Ante semejante perspectiva de explotación y aplicación de los lantánidos, el ministerio de Industria y Tecnología chino propuso una reducción fuerte en la venta al exterior, por un lado, y de ser posible la inversión para extraer estos recursos en yacimientos fuera del país. Así es que han comenzado negociaciones para adquirir el 51% de Lynas, una de las pocas empresas australianas dedicadas a explotar las tierras raras; y a aumentar la participación que ya tiene en el gigante minero británico Rio Tinto, a través de la empresa Chinalco. Hizo ofertas concretas por minas en Kazajstán, Vietnam, Malasia y Botswana.

Pekín quiere acaparar el negocio antes de que el mundo se de cuenta, quedando como el gran regulador del negocio casi al estilo de Arabia Saudita como factor clave en el precio internacional del petróleo.
Lentamente, por iniciativa japonesa, la vieja “Tríada” (ellos y sus aliados EEUU y la Unión Europea) está comenzando a reaccionar y hasta se pensó en aplicar sanciones o represalias de algún tipo, con todo el riesgo que ello implica en términos de devolución por parte de China.

Por ahora, grandes compañías comerciales y subsidiarias del complejo industrial militar están procurando acumular reservas y buscando yacimientos alrededor del mundo, porque temen seriamente que los chinos terminen no sólo acaparando sino limitando el aprovisionamiento. Máxime si se tiene en cuenta que Pekín maneja su economía no tanto desde la lógica del beneficio al estilo occidental, sino como un elemento de presión para avanzar en el sistema internacional y consolidarse como fuente de poder político y estratégico mundial.

Por supuesto que el gobierno viene intentado convencer a los mercados y a mandatarios de todo el mundo que no tienen nada que temer de sus empresas estatales, que son compañías normales, que se comportan con arreglo a los incentivos comerciales habituales. Pekín dice que nunca las utilizaría para proporcionar una ventaja estratégica al Partido Comunista Chino. Pero esas afirmaciones parecen menos creíbles cada día. Cuando niegan a las compañías extranjeras el acceso a las tierras raras, las empresas estatales chinas juegan con ventaja y dominan el mercado de los productos que utilizan esas materias.

Las firmas extranjeras que las necesitan quizá acaben viéndose obligadas a trasladarse al país asiático, donde el peligro de robo comercial e industrial y de adquisición ilegal de secretos industriales es muy grande. Porque, eso sí, China (y digámoslo, alguna vez Japón) se dedicó a birlarle ideas al mundo de la producción, a copiar sin ponerse colorada, a no respetar ni una de las discutibles leyes de patentes, y a hacer pingües negocios con ello. Pero si a cualquiera se le ocurre aprovechar un invento que les sea propio, vaya pensando en meterse en problemas serios.

Este es el mundo que nos toca, nuevo, complejo, enorme en posibilidades por una mixtura social e ideológica tan vasta que es capaz de generar todo tipo posible de combinaciones. Pues bien, Bernd Kieback del Instituto de Materiales Avanzados de Frankfujrt, Alemania, ha dicho que para tantas oportunidades, hay tantos materiales y más aún dispuestos a entrar en funcionamiento. Y lo dijo de una manera contundente: “Es tan grande la variedad, que seguramente ante cualquier problema o necesidad en algún lado está la solución”. Los chinos tomaron nota una vez más, y están acaparando la nueva estrella del firmamento productivo: los Lantánidos, el oro verde.